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ESGARRO

ENTREVISTA A LEOPOLDO MARÍA PANERO

(Realizada por David Benedicto y publicada en El Semanal)

-¿Qué tal está aquí dentro?
(Silencio prolongado)

-¿Se encuentra mal?
¿Tú qué tienes, sida o que cojones?

-¿Por qué me pregunta eso?
No sé, como llevas la cabeza rapada.

-Me gusta llevar el pelo corto, ¿le molesta?
(Silencio)

-Le preguntaba si está mal encerrado en este psiquiátrico.
Mal, muy mal. Llevo cuatro años en este puto infierno.

-¿Cómo es una noche dentro de este lugar?
Yo lo que quería era ir a juicio para cambiar de centro. No quiero estar aquí.

-¿Ha cambiado mucho de psiquiátrico en los últimos años?
Si, estuve muchos años en Madrid: en el Hospital Clínico y en el Alonso Vega y en el de Ciempozuelos y en el de Colmenar, Barcelona, Zaragoza, Reus y Pamplona. He estado en muchos. También en el de Mondragón, en Guipúzcoa.

-¿Por qué ha terminado en estos, en el de Las Palmas de Gran Canaria?
Porque me puteaba. Bueno en Mondragón y en Madrid no me puteaba el staff pero sí que lo hacían los locos. Joder, estaban todo el día dándome la paliza.

-¿Y aquí quien le putea es el staff ?
Eso es, el staff, aquí los locos no. Bueno, ellos también, depende.

-¿Cómo es una noche aquí dentro, en este hospital?
El maldito infierno.

-Asegura encontrarse siempre rodeado de gremlim.
Sí, y con ellos supero toda esta mierda.

-¿Están aquí ahora?
Sí, claro.

-¿Tiene algún otro amigo en este lugar?
Ninguno. Bueno, tenía a un tal Andoni y a un tal Medeiros. Pero ahora no tengo un puto amigo.

-¿Por qué?
No sé por qué. Como no sea la gata (tose).

-¿Y cómo se lleva con su compañero de habitación?
Bien, con él me llevo bien. Será porque procuro no estar mucho allí. Paso todo el día fuera de este manicomio. No me quedo dentro. Me ahogo.

-Tampoco le han dado el Nobel este año.
No, vaya una mierda.

-¿A qué esperan para hacerlo?
“Nada mejor que no ser oído. Nada mejor que en esa habitación no ser visto” (se cita a sí mismo).

-¿Qué les diría a los suecos?
No lo sé. Yo tendría que haber ganado el Nobel.

-¿Aún tiene esperanzas?
(Abre una lata de Pepsi light y la engulle de un solo trago. Silencio prolongado)

-¿Sigue teniendo esperanzas de ganar el Nobel?
Sí (ríe).

-Para bien o para mal, usted es nuestro “escritor maldito” oficial, aunque abomine el término.

No me gusta nada. Como he dicho ya a la prensa: que no usen mi torpe biografía para juzgarme. Es lo que hay. Wilde compuso en su día una obra de arte. Pero yo no. Ninguna. (Abre otra lata).

-¿Y que le parece ser considerado también el loco oficial de la literatura española?
No sé. Como decía Blake: “Si el loco persevera en su locura, termina siendo sabio”.

-¿Por qué cita siempre?
Para ser creido. Para ser escuchado. (Bebe un largo trago).

-Es usted uno de los mejores poetas posteriores a la generación de los 50, ¿Qué hace falta para que lo tomen en serio?
No, te olvidas de Juan Ramón Jiménez.

-Ya, pero es anterior a los 50.
Ah, (toses prolongadas y arcadas. Luego escupe en el suelo, se incorpora y se marcha al water. Tarda cinco minutos en regresar).

-¿Qué es lo que hace falta para que le tomen en serio?
Pues que me dejen salir de este manicomio del infierno. Confiar en que algún día, los que controlan estas prisiones no tengan miedo. Que los enfermos puedan abandonar sus asquerosas conchas.

-En confianza, ¿le molesta mucho no ser tomado en serio?
Sí, ¿a quién no? Claro que me jode.

-¿Qué es estar loco?
No estar ahí.

-¿Cuál es su locura?
¿Pero por qué me analizas tanto cuando no lo hago ni yo?

-¿Se está medicando ahora?
Sí.

-¿Qué toma?
Reinoles. Me dan pastillas para dormir. Dicen que es lo único que necesito. Mis doctores son una pandilla de locos obsesionados con matarme. Creen en la manía de una revolución mundial. Nunca he visto a alguien más colgado que el que dirige este cotarro. Escríbelo. Que se sepa fuera.

-Según mucha gente lo único que tiene para ser poeta es mucho cuento, ¿Qué les diría?
Que no, que no. Nada de eso. El loco yerra, pero no miente. Tengo la manía de decir la verdad. Me da igual. Aquí estoy. Y digo la verdad. (Silencio). Hace poco que se escapó una tía en bragas.

-¿De dónde?
De este psiquiátrico. Y la capturaron (ríe, tose).

-Pasa todo el día fuera de este centro y viene sólo a dormir, ¿Qué hace?
Voy a la playa, a los cafés.

-¿Dónde escribe?
Aquí dentro.

-¿Cuándo lo hace?
A veces escribo de noche. Cuando me dejan entrar en el despacho.

-¿Qué está escribiendo ahora?
Prólogos. Me he hinchado a vender libros por culpa de un camarero viajante. Ah, y otra cosa que quería decir. A ver si la publicas en El Semanal. Estoy loco por hacer un spot publicitario. O de Coca-Cola o de tabaco. En el de tabaco saldría con asma o no podría respirar. Me fumo nueve paquetes al día.

-¿Y en el de Coca-cola?
En ese diría: “Coca-Cola, la bebida que toman los locos”.

-¿Ese sería el texto del spot? Sería muy bueno.
Estoy deseando hacerlo.

-Podría marcharse de aquí si quisiera, ¿Por qué no lo hace?
Ahí fuera, dices. No, no puedo. Me fui al País Vasco a pasar unos días, a emborracharme y acostarme con una tía a la que había conocido y me siguieron hasta allí. Me trajeron de vuelta. Estoy aquí en contra de mi voluntad.

-De todas formas, ha pasado por casi todos los manicomios de España.
Pues sí, por todos.

-¿Se acaba marchando usted o le hechan de ellos?
Me echan. No les convenzo nada.
(Risas)

-¿Es que acaso tiene que convencerlos?
Me echaron hasta de un piso franco.

-¿De dónde?
De un piso franco. Era un piso de la ETA. Hace ya muchos años de aquello. Me echaron por estar todo el día borracho y recitando profecías de Nostradamus. Luego me intenté acostar con la mujer del “capo”. Joder, qué fuerte (ríe. Abre otra lata de Pepsi y la engulle de un trago).

-Hábleme de su madre.
(Silencio prolongado).

-¿Se le sigue apareciendo en sueños para volverle aún más loco?
(Abre otra lata. Bebe. Eructa. Silencio)

-¿No me quiere hablar de su madre?
Sí, era una bruja.

-¿Y se le sigue apareciendo en sueños?
No, debe estar en el infierno. Rodeada de vecinos.

-¿Por qué dice que era una bruja?
Por que me utilizó para dar un golpe de estado en este país.

-¿Qué le da miedo?
La muerte.

-¿Cree en Dios?
Sí, claro que sí. Aunque lo que sea debe andar con cartuchera.

-¿Y en el anticristo?
Claro que habrá.

-¿En qué más cree Leopoldo María Panero?
En el rey y en Nueva York.

-¿Aun le persigue la CIA?
No, la CIA ya no existe. Cerró hace relativamente poco. Todos sus agentes han cambiado de profesión. Los pobres.

-Hay más iniciales que han marcado su vida, ¿recuerda su primer viaje de LSD?
Yo estuve un mes tomando ácido todos los días. Hace muchísimo. Fue la primera vez que mi madre me metió en un manicomio. Algo horroroso. Por esa experiencia, y gracias a su progenitora, el joven Leopoldo María Panero se convirtió a la psiquiatría. Cuéntalo así.

-¿Cómo fue su último chute de heroína?
El Anticristo de Nietszche era para mi algo pensado. Lo vivía de modo compulsivo.

-¿Cuál fue la última vez que se emborracho?
Hace mucho tiempo. Cantidad de años. Llevo mucho sin emborracharme, sin trasnochar ni joder.

-¿Recuerda la última ve que celebró su cumpleaños?
Sí, son en junio. Aunque ese día no hago nada especial. Salgo a pasear y ya está.

-¿Y que besó a una mujer?
(Tose). Hace cinco minutos.

-¿A quién ha besado?
A una loca que está muy buena.

-¿Mantiene relaciones con alguna interna?
Si, sexuales (ríe).

-¿Qué está leyendo ahora?
El Talmud, la biblia hebrea.

-¿Lee a sus contemporáneos?
Con mucho esfuerzo.

-¿Sigue la actualidad de este país?
No me interesa la política.

-¿Cómo ve España?
Pues muy mal. No creo que el Ejército español deba estar donde está. No ha cambiado nada desde el golpe de estado del 23-F. El golpe funcionó, por lo visto.

-¿Qué opina de Aznar?
“Asnar”. Yo le llamo “Asnar” (ríe). Este tío tiene cara de chiste.

-¿Sabe que es un gran lector de poesía?
Ah, si. No lo sabía.

-Lee a Cernuda.
Me hace gracia.
(Arcadas. Se marcha al váter. Regresa diez minutos después).

-¿Continuamos?
No me atrevo ni a ir al servicio.

-¿Por qué?
Porque no sé donde tengo que apuntar (Tose. Silencio. Abre otra lata).

-¿Seguimos?
Vale, seguimos.

-¿Fue un niño feliz?
No, tuve una infancia desolada.

-¿Por qué?
Porque mi padre me pagaba palizas. Se pensaba que iba a salir marica. Y yo, de pequeño, me arrodillaba y me cagaba en los calzoncillos por ódio a él. (Entran dos señoras de la limpieza que nos ignoran. Hablan en voz alta. Friegan la sala de visitas. Nos han confundido con locos. Locos que se entrevistan. Quizá no sean señoras de la limpieza. Quizá sean de la CIA. O locas vestidas de mujeres de la limpieza).

-¿Cuántas veces ha intentado suicidarse?
Mil.

-¿Cómo fue la primera?
Lo conté en la película de (Jaime) Chavarri. Tenía todas las pastillas en cima de la cama y entró la dueña de la pensión y me dijo “¿Pero es que va usted ha hacer lo mismo que Marilyn Monroe, desgraciado?”. Cogí las pastillas y me fui de allí.

-¿Qué recuerda de su militancia antifranquista?
En la universidad me llamaban Bob Brummel porque iba siempre bien vestido.

-¿Sigue siendo comunista?
No, me he hecho anarquista. En España no tenemos proletariado.

-El Desencanto (1976) y Después de tantos años (1994), las películas que hablan de su familia y usted. ¿Con cuál se queda?
Con Después de tantos años. Es más bonita. Más moderna.

-También tiene más protagonismo usted, ¿no es así?
Sí, me gustó sobre todo pasearme por encima de las tumbas. “No soporto la voz humana (empieza a recitar versos suyos, refiriéndose quizá a las empleadas de la limpieza, que siguen hablando en voz alta), mujer, tapa los gritos del mercado y que no vuelva a nosotros la memoria del hijo que nació de tu vientre”.

-¿Cuánto dinero ganó con las películas?
Con la primera, nada. Bueno, que yo sepa. Pero con Después de tantos años, tres millones quinientas mil pesetas, que me robaron en el Banco Popular de las Palmas.

-¿Y que tenía pensado hacer con ese dinero?
Gastármelo en vino.

-Carroll, Poe, Lovecraft, Mallarmé, ¿con cual de ellos se queda?
Con Lovecraft.

-¿Por qué?
Porque es el más espantoso.

-¿De quien o que tiene miedo?
De una frase neoborgiana que acaba diciendo algo así como “Dicen que en el gueto judío de Praga tienen miedo de un hombre”.

-Confiese, ¿realmente está loco?
Ni yo ni nadie estamos locos. Como decía en el siglo XIX Charles Baudelaire: “Todos estamos más o menos locos!”.

LA FAMILIA MAL, GRACIAS.

PAPÁ (Leopoldo María Panero)
“Sería un personaje detestable pero por lo menos era honrado. Si se hubiera enterada de que yo era homosexual o que militaba en el Partido Comunista me hubiera echado de casa al momento. Fue arrestado acusado de recolectar caudales para el ilegal Socorro Rojo acabó siendo uno de los poetas de Franco. Lo condenaron a muerte y se convirtió. Era un borracho que vio la luz (ríe)”.
[Leopoldo Panero (1909-1962), poeta vinculado al franquismo, consiguió el Premio Nacional de Literatura en 1945].

MAMÁ (Felicidad Blanc)
“ Mi padre es un cerdo, pero de ahí a consentir que me mataran es otro cantar. Eso fue cosa de la prostituta de mi madre. Ella pagó para que me diesen “pasaporte” cuando era joven. Fue la responsable de que me ingresasen por primera vez en un sanatorio. La muy puta me volvió loco y, durante muchos años, volvió de las sombras después de muerta para recordármelo”.
[Felicidad Blanc (1913-1990) se casó con Leopoldo Panero un poco antes de que terminara la guerra civil. Protagonizó junto con sus tres hijos el film El Desencanto (1976)].

EL MAYOR (Juan Luis Panero)
“Es mala persona, un verdadero hijo de puta, pero está bien como poeta. Es un gran poeta. Hay que reconocerlo. No tengo ninguna relación con él. Lo prefiero así. Es mejor estar lejos de mi hermano.”
(Juan Luis Panero (1942), inició su carrera poética en 1968 con A través del tiempo. Ha obtenido los premios Loewe y Ciudad de Barcelona. Vive en Girona desde 1985.)

EL PEQUEÑO (Michi Panero)
“Michi es el hermano que más me fastidia. Me estuvo mareando durante unos días con iba a llevarme a su casa a pasar unos días y luego no fue a recogerme al manicomio por temor a que le pidiera el dinero de la película (Después de tantos años). Me gustaría matarle. Es un cabrón y mi madre una puta. Y mi padre un borracho. Lo dije yo en un poema”.
(José Moisés Panero (1952), escritor, redactó el argumento de El Desencanto. Estuvo casado con la actriz Paula Molina.)
Murió a mediados de 2004.

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